El
30 de Junio,de 2002 tras mas de 200 años de historia, la peseta dejo
de tener curso legal y fue sustituida por el euro, en circulación
desde el 1 de Enero de ese año.
Según
ha informado el Banco de España, del valor total que se ha quedado
sin cambiar, 793 millones
corresponden a billetes y 782 millones a monedas en pesetas
Desde
tiempos antiguos, el acuñar moneda era una forma de declarar la
soberanía sobre un territorio; por parte del pueblo, el aceptar o
pagar con una moneda determinada suponía reconocer la autoridad de
ese soberano. En nuestra historia, la acuñación era un privilegio
real, como ya consta en las Partidas
de Alfonso X el Sabio (1221-1284),
donde se especifican los castigos para los falsificadores y sus
cómplices, que incluía la muerte en la hoguera, y se consigna que
se confiscaría la casa donde se había cometido el delito.

A
principios del siglo XVIII, tras finalizar la guerra de sucesión
española, el nuevo monarca, Felipe V de Borbón, ordenó retirar
todas las monedas que habían sido emitidas por su rival, el
archiduque Carlos de Austria este también había pretendido suceder
a Carlos II–, entre ellas unas piezas de dos reales de plata
acuñadas en Barcelona que el pueblo denominaba en catalán peçetas,
un diminutivo de peças.
A cambio, la Casa de la Moneda de la Corte devolvería al contado su
“intrínseco valor”. Para puntualizar y regular las cosas, el 13
de julio de 1718 se emitió un edicto en el cual, entre otros
cambios, se establece que a “la Peseta de 84 dineros, le tocan 56 y
medio y un octavo de baja”. Es el primer documento oficial donde en
España aparece la palabra peseta.
EL
DICCIONARIO DE AUTORIDADES, DE 1737, YA RECOGE ESE LEMA
CON LA SIGUIENTE DEFINICIÓN:
“La
pieza que vale dos reales de plata de moneda provincial, formada en
figura redonda. Es voz modernamente introducida”. Es decir, durante
el siglo XVIII, antes de que tuviera lugar la unificación monetaria
en España, ya había monedas en los territorios de la antigua Corona
de Aragón que se conocían popularmente como pesetas. Pero las
primeras monedas que llevaban impreso en su relieve ese nombre no
existieron hasta el siglo XIX. Fue en 1809, durante el
reinado de José I Bonaparte, hermano de Napoleón, cuando
se troquelaron por primera vez en
Barcelona. No obstante, no
era la moneda oficial. Posteriormente, también se acuñarían
pesetas durante el reinado de Isabel II, que fue cuando se popularizó
el término. Lo mismo parece que sucedió con el nuevo calificativo
pesetero. Pero
la peseta no nació oficialmente como unidad monetaria o moneda de
curso legal en España y sus territorios de ultramar hasta el decreto
del Gobierno Provisional, presidido por Francisco Serrano, el 19 de
octubre de 1868, tras el derrocamiento de Isabel II.

La nueva moneda
sustituyó al escudo, lo que igualmente hizo desaparecer además
otras divisiones, como los reales y lo maravedíes,
hasta un total de veintiuna monedas diferentes que entonces había en
circulación.
AQUELLA
PRIMERA PESETA ESTABA HECHA DE PLATA, PESABA 5
GRAMOS Y EQUIVALÍA A CUATRO REALES.
Inspirada
en unas monedas que había acuñado el emperador Adriano en el año
136, en su anverso figuraba una matrona, representación de Hispania.
Se mostraba recostada sobre los Pirineos, con el Peñón del
Gibraltar a sus pies y la leyenda “Gobierno provisional”, con el
año 1869. En el reverso, aparecía el escudo de España en la forma
que luego heredó la Primera República, con la leyenda “Una
peseta. 200 piezas en kilogramo”. En plata
había además monedas fraccionarias de 20 y 50 céntimos, y de 2 y 5
pesetas. Las de 10, 5, 2 y 1 céntimo eran de cobre, e incluso
existía una en oro de ley, de 100 pesetas, que pesaba 32,25 gramos.

Por
decisión del Gobierno, toda la producción de moneda se centralizó
en la Ceca de Madrid. La peseta fue de plata hasta 1937, cuando la
Segunda República emitió las primeras realizadas en latón. Estas,
por su color, y porque llevaban en el anverso una alegoría
consistente en un rostro femenino de perfil, fueron calificadas
popularmente de rubias. Por su parte, los billetes de papel moneda
existieron desde 1874, si bien no se imprimieron en España hasta
1940. Para dificultar su falsificación se hacía una impresión
calcográfica –o estampación en hueco– y se añadían marcas de
agua, varias tintas, fibrillas, hilos y filamentos. Con la acuñación
de la que fue la última moneda de cien, el 19 de junio de 2001, se
puso término a la emisión de pesetas. Durante meses coexistieron
con los primeros euros –uno de ellos se cambiaría por 166,386
pesetas–, y a partir del 1 de julio de 2002 dejaron de
circular definitivamente.