miércoles, 28 de abril de 2021

Alfonso I el Batallador

ALFONSO I, un rey con espíritu guerrero se ganó a pulso el sobrenombre de “EL BATALLADOR”. Luchador incansable contra Al-Ándalus (la zona de ocupación musulmana) e impregnado del espíritu de las Cruzadas, a sus conquistas se debe gran parte del territorio aragonés. Figura clave en la reconquista cristiana de la península Ibérica, el rey de Aragón (1073-1134) demostró sus dotes de guerrero, pues salió victorioso de más de 20 batallas.

Fue un gran militar y un gran político. Expandió los límites del reino de Aragón por sus combates y su matrimonio con la princesa Urraca, que lo convirtió también en soberano de Pamplona y de Castilla y León. Aunque ni su relación con Urraca fue buena ni la nobleza castellana lo aceptó.

Alfonso I el Batallador
 

Pese a todo, Alfonso I El batallador, dejó huella. Tanto, que por su peculiar personalidad y por su implicación en las Cruzadas ha sido comparado con Ricardo Corazón de León. Como éste, resultó polémico.

Si bien para las fuentes cristianas no había nadie con mayor habilidad en las armas, las crónicas de sus enemigos lo tildan de tirano. Y, como Ricardo, no parecía tener interés por las mujeres.

Adiestrado en las armas, con 21 años se implicó en las campañas de conquista de su hermanastro Pedro, a quien letocó heredar el trono por ser el hijo mayor de Sancho I, fruto del primer matrimonio de éste con la catalana Isabel de Urgell. Alfonso era hijo del segundo matrimonio, con Felicia de Roucy. Ya entonces mostró su valentía y se impregnó del espíritu de lucha contra el islam que imbuía a Europa. Aunque había musulmanes en la misma Península, sentía deseos de viajar a Jerusalén.

Pero su sueño se truncó en 1104, al morir Pedro: su hermano pequeño, Ramiro, había tomado los hábitos religiosos, así que le tocaba a él sustituirlo.

Prosiguió la política de conquistas y alianzas con otros Estados cristianos. Tras pacificar las revueltas nobiliarias en Pamplona, llegaría su gran hazaña: la conquista del valle del Ebro (que incluyó Zaragoza).

Fundación de órdenes militares

Fiel a su espíritu de cruzado e imitando a los defensores de Tierra Santa, Alfonso I, creó dos órdenes militares: Belchite y Monreal del Campo, predecesoras de otras famosas órdenes medievales españolas.

Como paladín de la cristiandad necesitaba más retos y su siguiente objetivo fue más ambicioso: liberar a los mozárabes (cristianos en Al-Ándalus) de Granada de los almorávides. Aunque no lo logró, volvió con muchos mozárabes que ayudaron a repoblar Aragón.

En 1131, con casi 60 años, dictó su polémico testamento: cedía el reino a las órdenes militares de Tierra Santa. Dos años después, aún preparó otra expedición: llegar al Delta del Ebro, la ansiada salida de Aragón al Mediterráneo. La campaña prometía, pero durante el sitio de Fraga los almorávides masacraron al ejército cristiano y el rey escapó de milagro. Murió poco después, sin haber perdido su espíritu guerrero y sin descendencia.

Su testamento desató una grave crisis política, poniéndoles las cosas difíciles a sus sucesores. Pero Alfonso I “El batallador” había abierto la puerta para que remataran la conquista del Ebro. Su hermano hubo de tomar las riendas, como Ramiro II, y logró la unión dinástica con el condado de Barcelona debido al matrimonio de su hija Petronila con Ramón Berenguer IV.

Arrancaba así la Corona de Aragón, que no hubiera sido posible sin los primeros pasos de Alfonso. Otro gran monarca,

Jaime I el Conquistador, se encargaría de hacer realidad el objetivo de aquél: conquistar Valencia y Baleares. Sin “el Batallador” ni la Edad Media hispana se entendería ni la Corona de Aragón hubiera sido como fue.

SU GRAN OBJETIVO FUE TOMAR ZARAGOZA.

A principios del siglo XII, Zaragoza era la tercera ciudad de Al-Ándalus (tras Córdoba y Sevilla), un poderoso centro económico donde vivían 20,000 personas y un punto esencial en las comunicaciones.
Alfonso sabía que sería una excelente base para seguir sus campañas y que, para conquistarla, necesitaba aliados. Los halló en el sur de Francia, desde donde el vizconde Gastón IV de Béarn y otros caballeros acudieron en su ayuda.
El ejército se organizó en dos frentes. Alfonso iba a la cabeza del primero, con los nobles aragoneses y navarros. En el segundo iban los cruzados. El 4 de junio de 1118, los hombres de “el Batallador” llegaron a la ciudad y optaron por rendir la urbe por hambre. En diciembre, Zaragoza se rindió tras perder a su líder, Ibn Mazdali. La victoria tuvo un enorme eco en toda la cristiandad. El Valle del Ebropor fin pertenecía a Aragón y Alfonso tenía la ciudad que terminaría siendo capital del reino

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